Amo esa monotonía
suya
que se esparce
desde el ombligo hasta mis labios,
en cada mueca de la noche
que se hace estrella en el vientre acalorado.
Amo ser todo y
nada,
en la quietud y
el silencio de una tarde.
Subo de puntillas
los peldaños de las pieles
y me asomo
atrevida
a la
inmoralidad de sus hombros
que en mi boca desangran .
Deletreo su
nombre.
Me extingo en su
aliento, suave.
Las palabras
duermen gorriones
desde los pies al
sombrero.